Confesión al desear felicidades el año que se inicia


Estimadxs amigxs:
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Reitero lo que vengo diciendo  desde hace un tiempo:
me arrepiento de haber votado en 1994, como convencional constituyente nacional, la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires.
Pido perdón por ello.
Los resultados demuestran que esa autonomía ha derivado en un poder ejecutivo elefantiásico, dedicado a favorecer fabulosos negocios privados con los espacios y el patrimonio públicos; un poder legislativo que funciona como el viejo y corrupto concejo deliberante, pero mucho más caro y burocrático; y un poder judicial con jueces y fiscales, especialmente contravencionales, igualmente inservible, que en poco y nada protege a lxs ciudadanxs.
Todo, por supuesto, con escasas y honrosas excepciones entre lxs legisladorxs y juezxs, que confirman la regla que rige el proceder de la mayoría:  estar al servicio de esos mismos negocios.
Ni hablar del llamado consejo de la magistratura local, otro elefante blanco.
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Me he alejado de la lucha cotidiana por los derechos pisoteados de los y las ciudadanxs porteños porque creo que el camino deberá ser el de procurar avanzar en una profunda reforma política e institucional en el país y en la ciudad, que termine con esta farsa de autonomía municipal, que repite dentro del ámbito comprendido por la Gral.Paz, el Riachuelo y el Río de la Plata, lo que venimos padeciendo en la República.
Deseo a todxs un feliz año 2018.
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Pedro Kesselman